III – Las cosas que no están y la leve sensación de su existencia
Estoy sentado en la vereda con un cuaderno, no escribo, lo miro, lo lleno de letras. Él sale y se sienta con la espalda sobre la pared. El gato blanco que mira como miran las estatuas, nos observa, quiere algo, me atrevo a mirarlo a los ojos. A pesar de los treinta metros de distancia, conecto con su esencia. El brujo menor cae de costado.
Ese gato no es solo él como individuo, a través de su mirada muestra la existencia de sus ancestros, ahí adentro están todos viviendo una y otra vez.
Miro al brujo menor y veo que sus signos vitales están casi extintos.
Decenas, cientos de gatos atemporales usando el cuerpo del gato blanco con mirada de estatua, concurren a este momento.
El brujo menor me mira, en sus ojos hay un designio, está en la noche, o desaparece en ella, como siempre.
Estoy rodeado de gatos con ojos de estatua, vienen a mostrarme lo que no se ve, ronronean todos al mismo tiempo, los miro y percibo
El hombre etéreo descansa de su propio peso, sale de sí, a tomarse unos mates con ese otro que es él y observa.
Es cansador administrar y llevar el cuerpo cada día a todos lados;
¡pero hay que hacerlo, por el bien de las almas!