• 02/05/2024 19:15

Múltiples Existencias: Una mujer sentada (por Silvia Barberini)

El micro se detuvo en el parador Premier con el tiempo mínimo permitido, otra mujer atendía de espaldas. Fuimos entrando atraídos por el aroma a café listo con despejo de nuevo, un café que nunca tomo, porque alcanza con que brote y huela para el contingente, o el próximo viaje, a veces, hasta para reconocer el trayecto, solo que esta vez, mi mirada de bolsillo se fue inclinando entre los hombros para llevarme más cerca que siempre del piso, único refugio donde inscribir la palabra que nos suele pintar de cuerpo entero, palabra que ella leyó de espaldas, o espiando.

Habrá sido eso que llaman vibraciones, coincidencias de dos personas que ni siquiera se saben pero que un instante justo, conjugado en ambas, hace que una en la otra suene como vibrato que se intensifica y nos demos sin saber que andamos por ahí ¿pidiendo?, no, no creo.

Cruzó el salón en desafío al equilibrio, quizá el oficio, uno tras otra esperando ser servidos en los pocos minutos que otorgaban y apoyó un café que no tomo sobre la mesa, mientras con la mano suelta me fue restregando la espalda, o la rasgó, no sé, pero fue sembrar un renuevo de columna en tentativa ajena por voluntad propia de solícita. O cómo se refiere una a lo que viene sin que se lo pretenda pero anula el gesto de esquiva porque quita peso e inicia, o trae desde ese murmullo propio nuestro de dolor de muerte que deja el fuego mientras va arrasando lo seco, la vuelta, lo verde, sin intervención de ninguna soberbia…

Busqué sin encontrar un pañuelo que tenía entre los dedos, aturdida, sin mucha conciencia, de extraña crecía sobre la silla reseca, envalentonada en el soplido que ella siguió insuflando cuando ya estaba otra vez de espaldas y yo subiendo, quise extirpar la mudez del aire, mientras el malón, birrete y bolso, pagaba en caja. Tuve que dejarme ir.