• 26/04/2024 07:54

Múltiples Existencias: Rococó (por Raquel Waldow)

La verdad es que estoy bastante harta.

Cuando me crearon en aquel taller sentía tanta emoción. Esas manos que me dieron forma eran muy especiales, como que tenían muy buena vibra.

—Si la cosa ya comienza de esta manera, me debe esperar una vida fenomenal— pensé.

Así, con toda esa emoción, transité mi nacimiento. Me dieron una forma súper bonita, me decoraron con unos colorcitos pasteles bellos, bellos. Yo me sentía súper encantada, me veía como… como una publicidad de spa, viste? Así. Con florcitas tenues en un fondo de color rosadito bebé, chochísima estaba.

Mi creador que empaquetó perfectamente en una cajita toda pomposa, era la reina del rococó.

De mi taller de nacimiento me llevaron a una vidriera, bien, bastante bien. Tenía compañeras de muchos estilos, algunas de colores bastante estridentes que me dejaban una impresión como de desbarajuste, otras llenas de brillos que parecían auténticas rockstar, y otras, pobres, ni fu, ni fa.

A vece se llevaban a alguna de mis compañeras, a mí eso me producía mucha intriga, ¿cómo sería irse? ¿a dónde me llevarían? ¿con quién? acá, entre nos, te cuento que a veces soñaba con ese momento, soñaba que me llevaba una pareja de ancianos que se tomaban un té y charlaban de su día antes de irse a dormir.

Pero las cosas no fueron así.

Esa tarde gris, debí suponerlo, esa tarde gris empezó mi calvario.

Entró al local una chica sin mucha gracia, llevaba un paraguas porque el cielo amenazaba con llover, su paraguas era negro, ¿me podés explicar quién usa paraguas negro?

—Este no es un buen augurio— pensé.

La chica se acercó a nosotras.

—No me lleves a mí, llevate a la rockstar— cerré fuerte los ojos— ¡Por favor, por favor no a mí! nací para algo mejor— rezaba— Mierda, ya me agarró, no hay escapatoria— me lamenté indignada.

Pasó por caja, pagó por mí.

—Un precio bastante módico por lo especial que soy, pero bueno, el arte y la belleza no tienen precio— me consolé.

Llegamos, la casa no estaba mal, aunque era un poco oscura para mi gusto. Me guardó en la alacena junto a otras compañeras, feas todas, perdón, pero feas todas y algunas, además, estaban rotas. Todas diferentes, pero todas feas, quiero hacer mucho hincapié en eso.

Los días transcurrieron y las cosas no mejoraban, cada experiencia era peor que la anterior.

Me golpeaba demasiado fuerte cuando batía un café, se preparaba infusiones con agua medio tibia, con lo que odio el agua tibia. A veces me usaba antes de dormir y me dejaba sucia en la mesita de luz, que asco, o de un día para otro en la bacha de la mesada, imaginate.

Esta chica del paraguas negro me cae demasiado mal.

Nací en un taller con mucha luz y magia, nunca imaginé pasar por esto.

Por eso hoy escribo esta carta despidiéndome. No merezco esto, no merezco esta vida. Sé que si vos me vieras pensarías exactamente lo mismo, estoy para otras cosas. No estoy dispuesta a ceder mi honor, no voy a negociar mi dignidad, por eso, hoy, he decidido quitarme la vida.

Ya lo planeé, me ubicaré en la esquinita de la mesa, ya he estudiado sus movimientos, es una chica muy torpe, lo haré en horas de la mañana, cuando su torpeza se acentúa aún más.

Un codazo y al suelo. Me hubiese encantado una vida mejor, pero bueno, vivir así, no.

Sé que no soy especial para ella, por lo que estoy segura de que apenas me rompa, se comprará otra y ahí vendrás vos a ocupar mi lugar.

No me culpes cuando leas esta carta.

Deseo que tu vida en esta casa tenga mucho más sentido que la mía, que encuentres tu lugar y seas capaz de ser feliz.

Sólo quería que sepas que antes de vos hubo alguien a quien la chica del paraguas negro no supo valorar.

Posdata: el instructivo y los detalles de mi muerte te los dejo por si algún día los llegas a necesitar.

Firma: la reina del rococó.