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Múltiples Existencias: El sobre (por Manuel Diaz)

Mar 27, 2022

Como todas las tardes cuando baja el sol, a eso de las seis, Alexander se encuentra sentado en su vieja silla de metal, en medio del jardín. Disfruta del brillo de las hojas de los árboles, que resalta la luz del fin del día, así como ilumina el pasto y algunas flores que de casualidad se abrieron paso, y su vieja casa de ladrillos, construida con la fuerza de sus manos y mucha paciencia. Es una casa cuadrada pintada de rojo terracota, con techo de chapa ondulada. Las ventanas con persianas de madera blanca están abiertas para que entre el aire fresco. Alrededor de la casa está el patio, que da atrás a una pequeña huerta y adelante al portón y a la calle.

Observa y piensa. La vida es así nomás, cada uno es como es. Yo quería ser piloto de avión, pero al final fui colectivero, durante toda mi vida, hasta que me jubilé. No estuvo mal, hubo que remarla como todos, pero no puedo decir que tuve que renegar más de lo normal. Antes estaba la familia; los chicos crecieron y se fueron, ella también partió… los años pasan y lastiman, no es fácil la vejez… No era la vida con la que soñaba, pero todos tenemos sueños sin alcanzar, nos quedamos al final con lo que pudimos lograr y listo, se acabó.

En la casa de al lado hay ruido. Que raro, piensa irónico. El señor volvió de su trabajo y ya puso música. Ella todavía no regresó de sus quehaceres, suele llegar un ratito después. Así le da tiempo a él para cambiarse para que después ellos hagan vaya a saber qué. Siempre agitados estos dos! No tuvieron hijos, pero son más activos y ruidosos que una familia de seis personas. A Alexander no le caen muy bien. A veces se presentan en el portón y buscan una excusa para charlar un rato. El tipo siempre con esa sonrisa de revista, como si quisiera demostrar su felicidad al resto de los simples mortales. No es necesario… Pero hace rato que no apareció. Ya se habrá cansado. Mejor así.

Alexander se levanta y camina hacia el frente, se acerca al portón y apoya los codos para ver como está la calle. Tranquila como siempre, nada nuevo. Pasan pocos autos en este barrio. El farol del otro lado de la calle sigue torcido por el peso de los cables y nadie arregló el cristal que protegía el foco, antes, y que algún día un mocoso rompió con un piedrazo. Este mocoso ya habrá crecido y estará en edad de arreglar su cagada, comenta para sí, con una risa socarrona.

Su mirada baja y llega al buzón. Ahí hay algo que sobresale. Se acerca y nota con sorpresa un sobre color turquesa, llamativo en medio de un paisaje casi monocromático. Que raro! Acá solo traen facturas normalmente. Pasa la mano a través de la reja y saca el sobre. Lo mira un instante. No tiene ni destinatario ni remitente. Bien en el medio, anotado en grande con marcador, alguien escribió a mano: ”PARA TI”.

Alexander queda dubitativo. Quien me mandó eso? Lentamente se da la vuelta y camina unos pasos para subir a su corredor y entrar a la casa. Prende la luz y se siente a la mesa, para abrir la carta.

Busca sus lentes. El estuche está arriba del periódico, lo abre y se pone los anteojos. De repente parece más culto. Su cara alargada no tiene muchas arrugas, pero todo parece estirado hacia abajo: la nariz, las orejas, el mentón, incluso las puntas irregulares de su labio inferior. Sus ojos

oscuros buscan y miran sin vacilar, detenidamente. En la cocina, los muebles no tienen otros elementos que los que necesita a diario. No se observa nada más que lo imprescindible. Ningún adorno.

Ahora Alexander tiene la carta abierta sobre la mesa. Es del mismo color turquesa que el sobre. Solo contiene un par de líneas manuscritas:

Percibo la soledad solapada

detrás de tu aparente calma

Me conmueve y pienso

que siempre estaré a tu lado

Alexander deja el papel sobre la mesa. Levanta la vista en frente de él y observa un instante el atardecer por la ventana. Luego, vuelve a leer con más distancia estas palabras enigmáticas. Pero no entiende. Quien le escribió eso, y para qué? Que significa? Repasa en su mente la lista de sus amigos, y, después, de todas las personas con las que pudo relacionarse, de cerca o de lejos, últimamente. Uno por uno los descarta, algunos con certeza y otros, o más bien otras, con cierta reserva. A veces una duda queda. Alguien lo tiene que haber escrito! Tiene que ser algún conocido o alguna conocida. Sin embargo, a esta altura, para mí, no hay admiradora secreta, se burla y sonríe…

De repente le ataca el hambre. Por una vez voy a elaborar algo, se dice, hace mucho tiempo que no cocino… como es un señor meticuloso, suele tiene variedad de verduras en la heladera. Pone al horno un par de berenjenas, morrones y cebollas. Mientras se cocinan, visita su huerta y trae tomates cherry, rúcula y albahaca. Corta un rico queso en dados, abre un frasco de aceitunas y mezcla todo en ensalada, con su salsa especial: aceite de oliva, limón y sal con un toque de pimienta negra. Cuando las verduras están asadas, las saca del horno, las limpia y las corta en tiras finas, para al fin presentar su obra en un plato redondo. Esta casi listo! Se acuerda de una botella de vino guardada en la despensa, que había comprado para alguna ocasión especial que nunca surgió, y porqué no ahora? La abre enseguida, así se airea.

Alguien golpea en la calle. Quien interrumpe mi cena? Sale a regañadientes para ver quien es.

Es el idiota del vecino. Qué quiere ese…? Y luce su sonrisa donde se notan los dientes blancos a pesar de la creciente penumbra en la calle mal iluminada. Se acerca y el otro le empieza a hablar. Parece un poco más agitado que de costumbre.

“Hola vecino! Disculpe, le tengo que consultar algo… es algo que me pasó, nada grave pero por las dudas le tengo que preguntar. Mire, con mi esposa hacemos todos tipos de juegos, nos divertimos cómo podemos, no cierto. Usted sabe, no tenemos hijos… de alguna forma, hacemos lo posible para llevarlo adelante. Yo, sobre todo, porque a ella le costó mucho cuando supimos que éramos parte del 10% de parejas que no pueden concebir… en fin, yo siempre intento mantener la llama del amor, compensar si se puede con algunos gestos que a ella, como mujer, le puedan alegrar el día. Y hoy a la mañana, cuando me fui, le di un sobre al muchacho de la casa de enfrente, para que le entregue a ella cuando yo me haya ido. Pero, cuando volvió, ella no me dijo nada! Supongo que no la recibió, sino algo me iba a decir. Pero no le saque el tema todavía, quería averiguar un poquito primero. Por eso vine para preguntarle, vecino, si no le llegó o no vio por allí un sobre de color turquesa?

– No, lo lamento, no vi nada. Suerte con su búsqueda.

Alexander se despide levantando la mano casi imperceptiblemente, se da vuelta y entra de nuevo. Vuelve a su cocina, se sienta pesadamente y come todo el festín que preparó. Pero, el vino, ni lo toca.