• 29/04/2024 14:57

Mamá camina 6 kilómetros diarios junto a sus 2 hijos para que puedan concurrir a clases

Rosaura es mamá de 4 chicos. La mayor está en un establecimiento agrario donde reside, los otros 2 asisten a la escuela 103 de Colonia Alberdi y la más pequeña tiene un año. Vive en la zona rural y camina 6 kilómetros todos los días (3 de ida y 3 de vuelta). Lo hace junto a sus dos pequeños y su niña en brazos, para que puedan asistir a la escuela. Allí se queda, en la plaza del pueblo, hasta que éstos salen de clases. El deseo de los chicos es tener una bicicleta que por su magros ingresos, no la pueden adquirir.

Son las 17,15 hs, todos los niños se despiden de su escuela entonando la canción “misionerita”. Es la  n°103, ubicada en el centro del pueblo de Colonia Alberdi.

Esperando la salida de clases

Sentada en un muro pequeño de una casa abandonada, con una mochila y su niña durmiendo en brazos, espera Rosaura Vera, la mamá de Hernán de 9 y Agustín de 6. A poca distancia, su hija de 15 permanece internada en el  BOP n° 18, por 15 días y luego otros 15 días permanece en su casa, es la modalidad de los Institutos de enseñanza agropecuarios.
“Yo vivo a unos 3 kms del pueblo, para la recta. Le traigo todos los días excepto cuando llueve, porque es camino de tierra y tosca, con Yasmin que tiene un año y 4 meses. A veces cuando viene un auto de allá nos acerca pero es muy raro. Salimos a las 10 u 11 hsde la mañana por ahí, depende del clima y volvemos para las 19 hs”, comentó sonriente la mujer.
Sabe que de otra manera, sus hijos no recibirían educación. La otra escuela de Paraje El Chapá, está a igual distancia, pero para el lado de Gral Alvear y deben transponer un arroyo caudaloso para llegar a ella.
“Yo venía embarazada, porque no puedo dejarlos solos, si les pasa algo no me perdonaría. De allá, de nuestra zona, viene otro chico también”, comentó la amorosa madre.
No hay colectivos urbanos, los únicos que llegan al pueblo son contados y vienen desde Oberá, pero la zona donde habitan está en la picada, es rural, y por allí no pasa. “Me levanto a las 5 de la mañana y preparo ya temprano la comida, cuando volvemos ellos llegan cansados, se bañan, hacen sus tareas y se duermen. Son buenos chicos, tienen buenas notas y quiero que sean algo el día de mañana”, sostuvo convencida.
Su esposo trabaja en la construcción en Oberá, adonde llega en moto todos los días, sale a las 5 y vuelve a las 19. Rosaura ahora tiene una huerta que cultiva, en un terreno de 36 x 20 que adquirieron a un tío.
“Mucha gente es de zona rural, pero tienen moto o auto. A nosotros no nos alcanza ni siquiera para una bicicleta, los chicos quieren pero no le podemos comprar”, expresó siempre sonriente.
Vivienda familiar

Cuando su hija de 15 está en la casa, hace las veces de acompañante de sus hermanos. “Cuando hace frío hay que abrigarse, no queda otra”, dice resignada refiriéndose a las bajas temperaturas de estos últimos días.
El camino hacia su casa es de mucha tosca, curvas y pendientes pronunciadas. “Pero con una bicicleta será más fácil traer a mi hermanita, que no quiere caminar y hay que traerle alzada”, agregó Hernán, ya salido de la escuela.
Mochilas al hombro, bolsa de almacén mediante, los 4, se encaminan de nuevo hacia la casa, como cada día de clases. Tres kilómetros los esperan por recorrer pero con un amor de madre que no tiene parangón alguno.