• 10/05/2024 08:19

Reflexiones entre equívocas y univocas: Perdón (Por Juan Oviedo)

Lo “moral” en nuestras vidas no suele tener ¡mayor relevancia! pues forme parte de lo cotidiano
por ajustar nuestras conductas a lo normativo e instituido como moral, pero cuando emerge desde
las sombras esa voz del develar moral algo que nos “saca” de la -zona de confort- de nuestro ajustar,
es por la tensión entre lo “real” y lo que “somos”.
Vayamos al ejemplo. Dos personas se quieren, forjando un compromiso con pertinencia social,
pasan unos meses y entonces, uno de esos dos “deja” de querer y rompe el compromiso, por
supuesto, su decisión no fue consultada con quien era su pareja, unilateralmente provoco y
comunico la “ruptura”, ¿argumento?, -ya no sentir más como sentía antes-, por el cual se
desembarace del otro/tra donde un otro/tra queda en medio de una “nada”.
Entonces, ¿fue moral que esa persona llevada por sus sentimientos –primero- construyera un
compromiso para después, no seguir con ello?, tal acción puede ser definida como egoísta, pero a
la hora de construir ese compromiso también estaba ese “egoísmo” de por medio, tratando de ser
más incisivo se la pueda “juzgar” como liviana por generar un compromiso sin tener en cuenta que
sus sentimientos son -efímeros, volátiles y livianos-, pero ninguno de nosotros ¡no manejamos ni
determinamos la durabilidad de ellos!
¿Cuál es el problema moral de esto?, se trata del tercero, ese se torna víctima del primero porque
sus sentimientos continúen, -ustedes saben. el amor no es causal- y quede atrapado en esa red para
“colmo” quedar atrapado ahí significa que padezca: dolor, decepción, amargura etc., pero algo de
lo que el otro -no ha querido provocar-, porque ese otro “no quiere” atormentar ni nada por el
estilo, sin embargo, su decisión indirectamente lo provoque.
Y en este punto es preciso aclarar que son “las intenciones” la vara a utilizar para –juzgar- acerca
del ámbito de lo moral, lo que nos dice que la persona que rompió el vínculo, no puede ser
condenable moralmente porque ella no tuvo –intención- de provocar nada.
Ahora, pongamos la cuestión de otra forma. A uno de ellos se le “va” el sentimiento, pero por el
compromiso realizado –continúe- con el mismo, así, social, familiar y contextualmente esa persona
por permanecer fiel a sus obligaciones es –valorada- de forma intachable, pero a costa de -no vivirsegún lo que -él o ella-siente sino por seguir las normas, costumbres y ser consecuente con el pacto
generado. Pero por mantenerse firme en el ámbito social atente en contra -de sí-, lo que la torna
deshonesta por no actuar conforme a sus sentimientos, y esa falta de honestidad la haga ¡inmoral!
por no ser consecuente con lo que siente.
Entonces, ¿son los sentimientos morales o inmorales en -sí mismo-?, no, ¡claro que no! sino lo que
hacemos en relación a ellos “es” lo que se debe juzgar, porque la cantera de lo que somos
permanezca inalcanzable a la dimensión que lo moral representa, que siempre es una construcción
–ajena- y a lo que nos “ajustamos”, pero deja inalterable e inabordable la cantera oculta de donde
“proviene” lo emocional! y el barniz cultural de los sentimientos apenas pueda representar, se trata
de algo que el hombre no consigue abordar y lo moral, escasamente pueda suavizar, mitigar,
atemperar etc.
Así, no debemos pedir ¡perdón” por lo emocional que “somos” y quizás deba ser al –revés-, que lo
moral nos pida perdón por inducirnos a nuestra –deshonestidad- y aclarar que “dejamos” de lado
en tal petición, a toda posible patología en ciernes.


Juan Oviedo