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Con 42 años, decidió aprender a leer y escribir

Sep 20, 2019 #aprender, #epja 53

Luego de 33 años de haber dejado las aulas, Ángel Ramón Bento volvió a la escuela nocturna «para aprender de nuevo», según sus palabras. Con 42 años cumplidos está cursando el primer ciclo de la educación primaria para adultos, actividad que lo entusiasma y que también lo exige, porque lo hace diariamente generalmente cansado luego de duras jornadas de trabajo en la construcción.

Hijo mayor de 9 hermanos, criados en la lejana San Pedro, de pequeño aprendió de las responsabilidades y los cuidados de sus hermanos menores hasta que la familia decidió dejar la inestabilidad del obraje monte adentro para trasladarse a Oberá, buscando un destino mejor. Así fue y su padre consiguió empleo en una gran fabrica de terciados que había en la ciudad y Ángel comenzó sus primeras letras en la escuela de Villa Lutz, con grandes dificultades que hicieron que repita de grado y eso, sumado a las burlas de sus compañeros desencadenaron su abandono definitivo.

Cómo la antigua ley mencionaba: si no estudias vas a trabajar, así lo hizo y empezó a acompañar a su papá a la fábrica y años más tarde fue empleado allí también. » Siempre quise volver a estudiar porque no saber leer es como estar ciego aun teniendo la vista», indicó muy tímido. Aunque la necesidad de supervivencia pudo más que las aulas y no pudo retomar las clases. Se fue a Buenos Aires a buscar progreso y trabajo como albañil y cuidando ancianos pero cuenta que su gran conquista fue el amor de Gloria, su compañera de la vida con quién cría y cuida a su hija, de 14 años, que está cursando sus estudios secundarios con gran éxito.

Los tres viven en el barrio San Miguel y dan batalla día a día a las diferentes crisis que atraviesa el país, cuando no hay nada en construcción, limpia terrenos con su machete y si tampoco eso hay, realiza trabajos de limpieza y hace pan casero para vender en las calles.

Actualmente Ángel asiste a clases a la EPJA N°53, escribe con lentitud y seguridad, suma utilizando sus marcados dedos de trabajo y a la vez que aprende, enseña la lección más importante para cualquier persona: aprender de nuevo, que es la mejor inversión que se puede hacer por uno mismo, aunque los años pasen y las arrugas aparezcan.

(Colaboración: Joselo Martinez)