Reflexiones entre equívocas y univocas: Filosofar Posadas (por Juan Oviedo)

1.3 Posadas en óptica posmoderna

En este tematizar a Posadas no se puede -deslindar- al pensamiento posmoderno (1) y centrarnos en -especial-, la parte de su costanera, porque en esta “espacialidad” se inicie una ruptura respeto a las otras Posadas porque la distinción -no es- entre pasado y futuro, ni orden y progreso sino entre una realidad que se distancia de todo referente, y por ello no incluya a su pasado, porque de incluirla podría decirse que la costanera forme parte de un devenir planificado y situarse como expresión del ¡progreso!, pero no, se trate de una hiperrealidad o realidad llevada al extremo como la plasmación de un “sueño” luchando por ser real, o algo ficcionado sin correlatividad alguna.

Muy parecido con lo que sucede en la vecina costanera del Paraguay con el balneario San José, ubicado al lado y en la periferia del -núcleo comercial- en la ciudad de Encarnación y parezca un “gueto” también ficcionado, mientras, que en esta Posadas se trate de una realidad en términos de paseo, ligada a lo -estético, a lo hedónico, a lo bucólico y al consumo- de sus paseantes, transitada por autos últimos modelos y camionetas 4×4, eje del estar y mostrarse del posadeño, esta se nos muestra “virtual” si la comparamos con la otra “real” que trabaja, suda y sufre (2), basada en la necesidad que se le impone y -no elige-.

Señalamos una “elección” del trabajador que -no opta- por hallarse atrapado en la necesidad situada entre hilos -invisibles e incomprensibles- de lo real a la que se debe y lo obliga, mientras, el otro, más desahogado por la urgencia de lo material puede elegir estar en donde está, ¿pero elige estar ahí específicamente en ese lugar o fue llevado también allí? o en otras palabras, el entretenimiento propuesto lo suspenda de su aserción y socráticamente decir, «solo sé que estoy aquí, pero sin saber por qué» (3).

Entonces, esta Posadas no es un barrio nuevo sino un gran Shopping y espacio lúdico sujeto a la vidriera de un ¡efímero! mostrar entre la candidez superpuesta del espacio público privado, una gigantesca simulación de algo que «no es” virtualice a un sujeto concreto cada vez más licuado y separado -de sí-. Lo paradojal es que ese sujeto ya escindido, acepte una carga ontológica de «ser» por «estar ahí» e identificarse con el umbral del pertenecer a la ciudad, cuyo portal sea ese (costanera) y colabore en el fragmentar posadeño.

Esther Díaz en Posmodernidad dice «La modernidad, preñada de utopías, se dirigía hacia un mañana mejor. Nuestra época -desencantada- se desembaraza de las utopías, reafirma el presente, rescata fragmentos del pasado y no se hace demasiadas ilusiones respecto al futuro» (4) Esta Posadas -no es- el todo sino la parte reflejando como nadie la siguiente paradoja, la condición divisible del sujeto, por quedar sumido en la ilusión que lo virtual posiciona, y ofrecer la entidad de “ser” un cabal posadeño.

Esta Posadas (la de la costanera) es una virtualidad respecto a la otra porque la refracte como real, mediación comunicativa, realidad comercial, y publicitada “oficialmente”, con fotos, luces, videos, cámaras, o caleidoscopio mediático, hace de esa zona un portal que se deslinda de los otros mundos paralelos posadeños, -colaborando- en la presente escisión.

Si la vieja Posadas “nació” tras romper con el canon de una antropología originaria y fundase a base de valores modernos de «orden y progreso» (5), desarrollando un casco urbano, un centro y una periferia basado en condiciones económicas con proyección clasista, ésta Posadas de la rivera nace alejada de tales condiciones, no constituye condiciones de posibilidad para los señalados valores decimonónicos y fuente de desigualdades sino que -no es- un producto del mercado capitalista, por determinarse hito de un lugar pero que “es” un no lugar- y solo desde la virtualidad se la determine como lugar.

Se trata de algo que no escapa al propio sujeto, según Díaz «El sujeto virtual (o digital) en tanto subjetividad sigue conservando un discurso, pero -al menos para quien se comunica con él- no garantiza identidad» (6), porque respecto de la identidad acerca de quién es quién en las redes sociales y en el ciberespacio, no implique un tema menor pues «La familiaridad de dejar entrar “al hogar” a un desconocido es una de las primeras de las conductas que el ciberespacio provoca en los internautas, claro, la mediación implique la doble condición de hacer ingresar a un tercero pero con la dificultad de comprobar si lo que él dice o cómo él se presenta, si es verdadero, real o no, porque los usuarios pueden ser lo que quieran ser, fingir, jugar, mentir, por momentos ser honestos, alejarse o no de sus relaciones en la Web etc., por supuesto que nadie se ha materializado, es decir, pasar de un ordenados a otro hasta ahora y eso, genere un sentido de seguridad que sólo lo virtual dispensa, desde el estar pero sin ese
estar concreto» (7) pero tal seguridad -no sea- tan así, porque los sistemas privados, sean estos los que sean- sufran el acecho de estos delincuentes cibernéticos denominados –hacker-, o los usuarios ser ¡víctimas! de los algoritmos que tras datos tomados, “sean” bombardeados con productos comerciales de toda índole.

Juan Oviedo


(1) La sociedad posmoderna nos coloca ante nuevos problemas y contradicciones que solo desde un discurso posmoderno es posible abordar. Las herramientas modernas, como el teleologismo, el esencialismo antropológico, la idea de progreso lineal, el mecanicismo determinista, no nos son útiles para abordar una realidad que las impugna. El Salto, en Pág. Web: https://www.elsaltodiario.com/el-rumor-de-las-multitudes/a vueltas-con-la-posmodernidad,(en Línea)
(2) Lipovetsky plantea una moral posmoderna en términos del placer, hedónica e individual en contraposición de una moral del deber. Desde la mirada de Escudero Nuñez, «…. el arquetipo del hombre narcisista que en sus derroteros lo único que busca es su satisfacción personal, su reconocimiento como entidad social productiva en la posmodernidad fluctuante, quizás la inmortalidad.
De la indiferencia pura, propiamente parte de esta era del vacío, llegamos a los límites en donde la indiferencia por el dolor ajeno se ha vuelto parte de la última noticia que circula en las redes, la indiferencia por lo que acontece en decenas de kilómetros versus lo que acontece a miles de kilómetros, prima siempre en el colectivo social el instructivo dominante, se repasa el manual del dominado».
(3) Nos referimos al socrático al «solo sé que nada se» (4) Díaz Esther, Posmodernidad, Ed. Biblos 2da edición, año 1999. (5) O la oposición entre civilización y barbarie.
(6) Díaz Esther, op-cit.
(7) Oviedo Juan, El amor y la pasión por Internet, autor, Villa Gesell, año 2014.