• 23/04/2024 04:53

Múltiples Existencias: Un domingo a las cinco de la mañana (por Manuel Diaz)

Buenos Aires, un domingo a las cinco de la mañana. Torre del Banco Provincia, piso veinte.

  • ¿Y este edificio de en frente, que nos tapa la vista, cuál es?
  • Es la torre del Banco Santander. Creo que tiene solo quince pisos, es más baja que la torre del Banco Provincia, que tiene veintiséis. ¿Ya la pasamos, viste?
  • Si, igual, me tapa la vista ahí justo donde va a salir el sol. Pero que haces, boludo? ¿Por qué paraste?
  • Me cansé, boludo. Pero ya estamos bien de alto.
  • ¿Qué vamos a estar bien? Este edifico, del Banco Santander, nos va a tapar la salida del sol. ¿No ves? ¡No lo vamos a ver si nos quedamos acá!
  • Pero esta pasarela no sube más.
  • ¿Cómo que no sube más? ¡Quedan como seis pisos más para subir! ¿No limpian los vidrios allá arriba?
  • Si, obvio. Pero se usa la otra pasarela, la que es más grande. Esta no sube más.
  • ¿La otra? ¿Pero qué pelotudo, porque subimos en esta, entonces?
  • Es más liviana. Y de todas formas ya estamos muy altos, fíjate el paisaje como se ve hermoso!
  • Si, ya, pero quiero llegar más alto. ¿Seguro que esta no sube más? Déjame probar.
  • No, olvídate, eso hay que saber. Parece una pavada, pero no lo es.
  • ¡Dale boludo, haceme un lugar! Si yo te vi como hiciste para subir hasta acá desde abajo. Lo único que hiciste fue girar esa palanca y cada tanto tirar esa soga para seguridad que dijiste. Eso lo puede hacer cualquiera. No porque viniste acá dos días para lavar los vidrios te creas que sos un superhéroe. Dale déjame pasar.
  • Fueron cinco días, desde el lunes. Y mañana pienso volver…
    Entonces, rápidamente y sin pedir permiso, Juan Miguel le saca a Josías del lugar, para quedarse del lado de las poleas, sobre el precario andamio móvil, a ochenta y cinco metros del cemento de la calle Bartolomé Mitre.
  • ¡Eh despacio boludo! ¡Acordate que la pasarela es para una persona sola, y vos ya estás haciendo pavadas! ¡Casi me caigo!
  • Que te vas a caer, le responde Juan Miguel mientras estudia las distintas cuerdas para ver cuál es la que tracciona para subir. Después de un minucioso examen, decide girar simplemente la polea para ver qué pasa.
  • ¡Che, esa cosa no se mueve! Cuando vos lo hacías, andaba. ¿Qué pasó?
  • Cuando llega a esta altura tiene una soga que le tranca el sistema para que no se pueda girar, para no subir más.
  • ¿Esa es?
  • Ni idea, que sé yo.
  • Voy a sacarla de allí, a ver si sube más.
  • Yo no lo haría…
  • Si lo único que nos traba es una cuerdita de mierda, mira… no vamos a dejarnos trabar así nomas. A ver… ¡Sí! ¿Ves? Ahora gira de nuevo. Y estamos subiendo. ¡Eh eh! Canta Juan Miguel, eufórico.
  • Si, dale, pero un poquito nomás, porque no estoy seguro.
  • Pasa que vos sos un llorón, siempre tuviste miedo de las cosas. Acá te digo que vamos a ver un amanecer espectacular y eso vamos a hacer. Mira, ya estamos casi arriba y el sol está por salir. Un poquito más y…
    Se escucha un clic cuando la soga de seguridad se libera y un sonido de látigo cuando queda aspirada por la fuerza que la tira desde atrás. La soga de seguridad desaparece y toda la fuerza que sostiene la pasarela queda en la polea, terminando en la palanca que sostiene Juan Miguel con las dos manos. A los dos segundos sus brazos no aguantan más la resistencia y la polea da una vuelta completa, mientras la pasarela baja de un escalón con un golpe seco. La palanca golpea brutalmente su antebrazo izquierdo, cerca del codo. Juan Miguel grita de dolor y suelta la palanca. Queda desequilibrado sobre el tablón de la pasarela, que cae de repente a toda velocidad hacia abajo, mientras el sol empieza a salir por encima de la Torre del Banco Santander.