• 25/04/2024 03:02

Múltiples Existencias –
Montocitos de “felicidades» (por Silvia Barberini)


Apoyé la cabeza pensando en la cantidad de deseos de felicidad entre grupos, mensajes entre personas que no nos conocemos más que por alguna actividad en común y acordando con la cama que conocernos no es saludarnos en las fechas de ocasión por movimientos de grupo, o de red, pero que, en la encrucijada de ser desinterades o “educados” si no acompañamos en el todes saludando a… o todes saludando por… un jardín, y en él esa casa que se corresponde a otra, una que es casi real o conocida de tanto soñarla, pero que tampoco es la casa cierta de la vida, sino una donde alguna vez, despierta, soñé un jardín inmenso, lo que queda, me provoca la tensión con un él que no resuelvo quién es él que se vuelve casi casa lugar lo contiguo o no, no sé cómo llamar a esta construcción sencilla en la que ingreso, típica de esta zona, tabla junta tabla, sin pintura, lavada, techo de chapa, adentro una cortina que separa, un bañito, un mesa llena de cosas de las que se mezclan y en la confusión nos cuestan reconocer: frutas, flores de grosella quizá para algo, un dulce es lo más probable pensé, herramientas, restos de adolescencias, un tere, migas, un trapo sin historia, solo lo que se ve y mi conclusión de que eso era todo, que no hay más, sino un caos de otra casa que está en el bajo del jardín con el montón desconocido y mi pensamiento en ese sitio dónde habitamos el pensamiento, no sé.
Ahí estaba un amigo, como si fuese ese su reducto, salimos por el lado del cerro, estaban los autos, sonaba a las seis y media, y medio dormidos nos atrapó la risa, porque se nos aclaraba que estábamos listos a esa hora para rumbear al almuerzo de los festejos, había arrancado la previa adentro de un chat donde se entregan montocitos de “felicidades” para quienes no tenemos más que un encuentro con la tristeza de estar vivos.
No tengo memoria de manejo y sin embargo cada vez en el recuento de mensajes enredados de esa palabra, junto con el deseo de las personas, parecíamos hacernos con un empacho de felicidades para algún objetivo, por ejemplo: vivir, como elles, sostener un día un rato mínimo ínfimo que nos desapegue de la tristeza, alcanzar el primer bocado de ese almuerzo o del próximo año o armar un recorrido o el abrazo de la llegada, me avine con la risa al abandono de descansar… duermo, el cuerpo está tibio, lo siento… en la memoria. Me gusta el estado de somnolencia.

Fragmento de: De Más acá de la almohada. SB